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Un poco sobre mí.

Soy el segundo de tres hermanos; una hermana, un año mayor y un hermano, trece años menor. Nací el mismo día en que murió el que es considerado una de las máximas figuras de la literatura española; Miguel de Cervantes Saavedra. En una ciudad que de poética tiene lo mismo que Maradona tenía de basquetbolista, bajo el inicio de una nueva semana, en el canto matutino de los zorzales que augura el despertar de un nuevo amanecer en San Pedro Sula.

A pesar de haber nacido en la ciudad de los zorzales soy más de la ciudad de las maquilas; he vivido toda mi vida en ella. Desde que tengo uso de razón hasta terminar el sexto grado, viví en una colonia poco conocida y tan marginada como muchas de mi patria querida, con calles de tierra; que se convertían en verdaderas pistas de motocross después de la lluvia. Motivado desde siempre por un deseo de superación de mis padres, su esfuerzo admirable y la buena providencia divina, nos mudamos a una colonia no muy lejos geográficamente de la colonia en dónde dejé mi ombligo, pero si lejos de la mayoría de ataduras que mantienen cautivas a estas colonias tan marginadas.

Hice mi bachillerato en un colegio público, me decidí por informática; en parte porque era la mejor opción de las pocas que había en el colegio y en parte también porque siempre me ha fascinado e interesado el mundo de la tecnología. Durante la pandemia del COVID-19 logré aplicar a una beca online de programación con duración de un año, dos años después logré aplicar a otra beca de programación con la misma duración que la primera, pero esta vez presencial, y si sumamos el bachillerato en informática, más ambas becas, nos da como resultado; un programador, y sí, lo soy ¿me gusta? sí, ¿me apasiona? no, y es aquí en dónde entra la literatura.

El primer acercamiento que recuerdo tener con la literatura fue en mi último año de bachillerato, recuerdo que junto a una amiga nos decidimos por crear una página en facebook para publicar ‘escritos’ tanto de ella como míos, la emoción duró poco y luego de los primeros meses no volvimos a publicar nada. Desde antes —y a día de hoy— de ese acontecimiento, por mi cabeza pasaban cientos de historias, principalmente de amor, otras tantas de desamor, algunas de ciencia ficción, y otras cuantas que no sabría cómo catalogar. Pasaban solo de lejos, más como una especie de avance de una película que como algo completo, sin embargo nunca pude tomar esas ideas y materializarlas, siempre que trataba de atraparlas, se esfumaban —quizá porque no tenía ni las más mínima idea de cómo atraparlas—, aunque no sin dejar un pequeño rastro de ellas, al menos el suficiente, para un día, con una mejor noción de como tomarlas con delicadeza; poder materializarlas.

El punto de inflexión que reavivó esa pasión por la literatura —que un día en mí despertó, y que luego se mantuvo cautiva durante mucho tiempo por desacuerdos conmigo mismo de si de verdad era algo que me duraría siempre, o solo un par de semanas— fue; mi primer viaje en avión, concretamente a Chile y Argentina.

Viajar me ayudó a comprender que la literatura significa algo más que solo un pasatiempo para mí, me ayudó a querer luchar por este sueño, me ayudó a no tener miedo al fracaso y a que a veces es mejor decir ‘Por lo menos lo intente’ que luego cuestionarse ‘¿Y sí lo hubiera intentado?’.

¿Soy un buen escritor? No lo sé y por eso es que me he decidido a compartir lo que escribo. Sé, que si ahora no lo soy, mañana lo podré ser, porque tengo las ganas de serlo y de querer mejorar día con día.

—Eder J. Sánchez.

Última actualización 01 de diciembre del 2024